Alguien dijo que montar en moto es el mayor placer que se puede alcanzar vestido . Hay otros placeres, desde luego, más conocidos y acaso más disfrutados por la especie humana (o, cuando menos, más deseados), que se suelen alcanzar desnudo, y que, de tan voluptuosos, parece como si acabara el mundo en ellos, como si detrás de su culminación ninguna otra cosa pudiera serle comparada, mucho menos vestirse con rigor para subirse en una moto y encontrarlo placentero, claro está. En todo caso, si montar en moto es un género menor del placer (del placer entendido en su forma grandioso, como suceso apoteósico para los sentidos), habremos de convenir en que reúne muchos y muy buenos elementos que les son propios a los otros placeres, vamos a llamarlos grandes placeres . No es que los haya tomado prestados de aquéllos, estrictamente, sino que, más bien, se ha producido una simbiosis entre unos y otros, y la causa parece sencilla: el hombre inventa las máquinas y las herramientas para la consecución de un bienestar. Ese bienestar puede consistir unas veces en una reducción del trabajo o una simplificación de las tareas o una optimización del tiempo y de los recursos. Otras veces inventa máquinas que, sobre todo, se disfrutan, máquinas lúdicas, máquinas que no son un medio para alcanzar ningún fin (salvo la consecución del placer), sino que son ellas fin en sí mismas . Ya no son máquinas que proporcionan un bienestar, sino máquinas que procuran un placer, máquinas para el placer . Para ello sólo es necesario que produzcan sensaciones placenteras.
Dejando aparte consideraciones utilitarias, probablemente sea la motocicleta una máquina para el placer , al menos en nuestros días. Razón de más, pues, para encontrarle sobrados vínculos con esos grandes placeres , o placeres convencionales, bien sea en su forma explícita o en su concepto (el ocio, la gastronomía, el turismo, el erotismo...). De todos ellos participa la motocicleta y al contrario, son ellos quienes toman prestadas sus capacidades, son ellos quienes integran sus cualidades, sus posibilidades y sus contextos hasta conformar esa perfecta simbiosis de partes heterogéneas que funcionan armónicamente. Ahora para que elegir un placer y no otros si podemos tenerlos todos, algunos motoqueros dejan de lado a sus mujeres por la moto, !!vamos¡¡¡, no nos neguemos al placer ¿por que no? motos y mujer o mujer y motos.
Dejando aparte consideraciones utilitarias, probablemente sea la motocicleta una máquina para el placer , al menos en nuestros días. Razón de más, pues, para encontrarle sobrados vínculos con esos grandes placeres , o placeres convencionales, bien sea en su forma explícita o en su concepto (el ocio, la gastronomía, el turismo, el erotismo...). De todos ellos participa la motocicleta y al contrario, son ellos quienes toman prestadas sus capacidades, son ellos quienes integran sus cualidades, sus posibilidades y sus contextos hasta conformar esa perfecta simbiosis de partes heterogéneas que funcionan armónicamente. Ahora para que elegir un placer y no otros si podemos tenerlos todos, algunos motoqueros dejan de lado a sus mujeres por la moto, !!vamos¡¡¡, no nos neguemos al placer ¿por que no? motos y mujer o mujer y motos.